Exposiciones en el Centro del Carmen

     Hace varias semanas fui con mi madre al Centro del Carmen, la antigua facultad de Bellas Artes de San Carlos. Ya había ido varias veces antes, porque ella estudió allí. Fuimos a ver la exposición: “El paisaje nórdico en el Prado”, ya que habíamos oído hablar de ella y sentíamos curiosidad, pero antes hicimos un recorrido por los claustros, las estancias y los pasillos del edificio. Creo que lo que más me gustó de esa mañana fue escuchar a mi madre contándome como era ese sitio antes, cuando estaba lleno de alumnos, lienzos, estatuas, pinturas…

     La verdad es que siento envidia de ella por haber tenido la oportunidad de estudiar en un sitio tan bonito, parece que solo por estar allí te viene la inspiración para ponerte a dibujar.

Han cambiado muchas cosas desde entonces, como por ejemplo este claustro gótico, que antes estaba cubierto y tenía unas claraboyas de cristal en el techo para que entrara luz natural. Ahora hay un enorme espacio vacío en el centro, pero antes era el aula de modelado de primero.

Este otro claustro, renacentista, se usaba como zona de recreo, para almorzar, para tomar el sol, como zona de paso e incluso para hacer exposiciones alrededor o para dibujar las plantas. Esta foto es de la clase de mi madre en ese mismo claustro hace 32 años, cuando acabaron primero.

Este gran espacio, ahora vacío prácticamente siempre, era el aula de dibujo de estatua de primero, y de dibujo de movimiento en otros cursos. Aunque ahora solo hay una pequeña tarima al fondo, antes estaba lleno de estatuas de escayola, y había una cortina verde muy grande que dividía la sala en dos partes, sobre la que solían proyectar cosas.

Este edificio, que en origen era un monasterio medieval (año 1281), ha tenido diversos usos, y ahora está casi completamente restaurado. Según me ha dicho mi madre, antes los techos tenían muchos agujeros, por los que se colaban las palomas y también el frio y la lluvia.

Antes de entrar a ver la exposición El paisaje nórdico vimos el resto de exposiciones. La primera que encontramos fue la exposición de trajes de María Callas, que se llamaba: “María Callas, una Donna, una Voce, un Mito.”

La verdad es que yo no sabía ni quien era ella, pero me llamaron mucho la atención esos vestidos que parecía que habían sido sacados de una película. Además, el hecho de que tanto las paredes como el techo de la zona donde estaban expuestos fueran de color blanco, los hacía resaltar aun más. La iluminación era fuerte en algunas salas y más tenue en otras, según lo que había expuesto en ellas.

No sólo había vestidos, sino también abanicos, joyeros, cepillos y más instrumentos de uso personal. En una de las salas se proyectaba un reportaje sobre su vida, y en toda la zona se escuchaba a la artista cantando. En mi opinión, la exposición estaba muy bien montada, porque al tener tan cerca los vestidos y los objetos era capaz de imaginarme el ambiente en el que se movía la artista.

Luego fuimos a ver una exposición de cuadros de Francisco Lozano (1912-2000), y la verdad es que me gustó muchísimo porque muchos de los paisajes me eran familiares. Además no había casi gente y pudimos ver los cuadros con calma. No tengo fotos de las salas de exposición porque estaba prohibido hacer, pero en internet están algunas obras.

Por lo que vi, este artista (que estudió en ese mismo edificio) comenzó pintando de forma bastante realista, con mucho detalle y minuciosidad, pero luego su estilo pasó a ser parecido al impresionismo, es decir, con un trazo más suelto y sin definir completamente las formas. En sus cuadros lo que me llamó mucho la atención fue la habilidad para representar la luz que caracteriza los paisajes mediterráneos.

Casi todos sus cuadros eran de paisajes de la Comunidad Valenciana, sobretodo de Valencia, Benidorm, Altea y Alicante. Me gustó mucho poder reconocer los paisajes de los cuadros, en los que se veía todo muy distinto a como está ahora. Lo que más me llamó la atención fue ver Benidorm cuando solo era un pueblecito con casas bajitas.

Me dio la sensación de que en esos paisajes, tan cambiados actualmente, lo único que perduraba era la luz, el color, las líneas y las formas generales, y casi podía imaginarme estar allí hace 60 años.

Los cuadros estaban expuestos sobre paredes de color gris, lo que hacía que los colores vivos que predominaban en las obras resaltaran aun más. La iluminación de las distintas salas en las que estaban colgadas las obras era artificial, había una fila de focos en medio de cada sala que iluminaban un cuadro a cada lado de forma salteada.

Las obras estaban ordenadas cronológicamente, lo que facilitaba ver la evolución en el estilo del artista. Y escritas en las paredes, sobre los cuadros, había frases dichas por otros artistas o por la crítica sobre el artista. Algunas de esas frases son:

“Un paisaje abstracto, sobrio, a la vez dramático y muy construido, conceptual, pero nada decorativo, paisaje como ser.” José Luis Aranguren.

“Este paisaje pintado, no nos dice solo lo que él por sí mismo es, sino lo que él puede y debe ser para nosotros. Y es entonces cuando se produjo el milagro de que, siendo infiel a las apariencias fue asombrosamente fiel al espíritu de su paisaje.” José Hierro.

“Francisco Lozano, pintor delicado.” Azorín.

 

 

 

 

Más tarde fuimos a ver una exposición que había en el último piso, donde antes se encontraban las habitaciones de los monjes. La verdad es que me llamó bastante más la atención la estancia que la exposición que contenía, de hecho no me acuerdo ni de que artista era. Se trataba de una sala con el techo muy alto, en la que aun se podían distinguir las marcas en las paredes de donde antes salían los tabiques que dividían el espacio. Me resulta difícil imaginar a tantos monjes durmiendo en habitaciones tan pequeñas, sin casi intimidad ya que por la parte superior todas las habitaciones estaban comunicadas.

Finalmente llegamos a la exposición de El paisaje nórdico en el Prado. Al contrario que la exposición de Francisco Lozano, esta estaba llenísima de gente, por lo que no pude ver los cuadros tan cuidadosamente. Además creo recordar que las cartelas estaban colocadas debajo de cada cuadro, entonces la gente se metía en medio para poder leerlas.

La forma en la que estaban expuestas las obras era muy distinta que en la exposición anterior: estaban colgadas sobre paredes rojas, en salas de tamaño mucho más reducido. Esto, añadido a que las obras eran bastante más oscuras que las del artista anterior, hacía que los espacios parecieran menos luminosos. Además no había frases escritas en las paredes, de modo que la mirada solo se centrara en los cuadros.

Los cuadros contenían sobretodo escenas religiosas, escenas mitológicas, paisajes con campesinos y paisajes con castillos. Me llamó la atención la minuciosidad y el detalle de las pinturas, y también la representación del claroscuro.

Aunque la mayoría de las obras estaban ligeramente amarillentas y los colores habían perdido un poco de intensidad por culpa del paso del tiempo, me parecieron impresionantes por muchos motivos: el gran tamaño de algunas, la cantidad de figuras que aparecían en la mayoría, los preciosos paisajes y castillos, el realismo que alcanzaban los artistas…

Había cuadros de muchos artistas, como por ejemplo: Peter Paul Rubens, Pieter Brueghel, Jan Brueghel, Claude Gellée (Claudio de Lorena), Tobias Verhaecht, Denis van Alsloot, Hendrik de Clerck, Bonaventura Peeters, Pieter Snayers, Joos de Momper, Jan Peeters o Jan van Kessel.